La salvación de la persona, que es el fin de la revelación, se manifiesta tambien como fruto de una original y eficaz <<Pedagogía de Dios>> a lo largo de la Historia de la Salvación. En analogía con las costumbres humanas y según las categorías cuturales de cada tiempo, la Sagrada Escritura nos presenta a Dios como un Padre misericordioso, un maestro un sabio que toma a su cargo la persona individuo comunidad en las condiciones en que se encuentra, la libera de los vínculos del mal, la atrae hacia sí con los lazos de amor, la hace crecer progresiva y pacientemente hacia la madurez de hijo libre, fiel y obediente a su palabra.
A este fin como educador genial, y previsor, Dios transforma los acontecimientos de la vida de su pueblo en lecciones de sabiduría adapatándose a las diversas edades y situaciones de la vida. A través de la instrucción y de la catequesis pone en sus manos un mensaje que se va trasmitiendo de generación en generación, lo corrige recordándole el premio y el castigo, convierte en formativa las mismas pruebas y sufrimientos.
En realidad, favorecer el encuentro de una persona con Dios, que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer propia la relación que Dios tiene con la persona. La acción educativa de Dios se fundamenta en el carácter histórico de la ersona y de la comunidad. Ambas se construyen en el tiempo y en el espacio y tienen la otencialidad de un constante crecimeinto que hay que saber suscitar, animar y acompañar mediante la acción educativa. La existencia de la ersona y la historia de un pueblo son una vocación y una con-vocación a ir siempre adelante, a proyectarse constantemente hacia un más allá y un siempre más: una pro-vocación.
La acción educativa de Dios se realiza gradualmente, paso a paso. La gradualidad en la ación educativa de Dios significa, ante todo, partir siempre de un punto en el cual se encuentra quién está llamado a ser sujeto de la educación. No se puede, pues programar la educación desde un escritorio o partiendo de preconceptos y prejucios; se trata de conocer profunda y objetivamente la realidad, la situación de cada persona o comunidad. Para a partir de ahí, desarrollar el proceso educativo.
Al iniciar el roceso educativo es importante conocer la situación en la que se encuentra cada persona, cada grupo, cada comunidad. Definir con claridad y comrensión el punto de partida es siempre el primer paso para poner en marcha un camino verdaderamente progresivo.
La segunda caraterística de la gradualidad consiste individualizar en cada circunstancia cuál es el paso sucesivo que debe darse. Se trata de tener claro cuál es la conciencia y situación deseable, sino cuál es el grado de conciencia y crecimiento posible en tales circusntancias. De otra manera se atropella a las personas y a los gruos, obligandolos a saltar etapas sucesivas. La persona o la comunidad que deciden adelantar un proceso educativo deben ser estimulados con una actitud comprensiva y a la vez exigente para que hagan algo más de lo que están haciendo, de tal manera que se evite el estancamiento o la repeticón y el retroceso.
El tercer momento que carateriza la gradualidad del camino es la capacidad de proponer un verdadero itinerario educativo que comprenda un punto de partida, una meta y un conjunto de pasos progresivos que deben seer realizados por el sujeto de la educación. Un modelo d e itinerario educativo lo encontramos en el relato del Éxodo. Dios, Maestro por excelencia, mediante una acción aciente y llena de confianza propone y acompaña un verdadero itinerario al pueblo en camino. Como educadores valdría la pena releer el libro del Éxodo y el Deuteronomio desde esta óptica.
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