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jueves, 25 de noviembre de 2010

Pedagogía de Dios


La  salvación de la persona, que es  el  fin de   la revelación, se manifiesta tambien  como fruto de una  original y eficaz <<Pedagogía de Dios>>  a lo  largo de la  Historia   de la  Salvación. En analogía  con las   costumbres  humanas  y según las  categorías   cuturales  de cada    tiempo, la   Sagrada  Escritura  nos presenta  a  Dios   como un Padre  misericordioso, un maestro un sabio  que  toma  a  su cargo la persona individuo comunidad en las  condiciones  en  que se encuentra, la  libera  de los    vínculos  del mal, la   atrae  hacia  sí con los   lazos de  amor, la hace  crecer  progresiva y  pacientemente  hacia  la madurez de hijo libre, fiel y  obediente a  su palabra.
A  este   fin como educador genial, y  previsor, Dios  transforma  los acontecimientos de la  vida  de    su pueblo  en lecciones  de  sabiduría adapatándose a   las  diversas  edades  y situaciones de  la  vida. A través de  la instrucción y  de la catequesis  pone  en  sus  manos un mensaje que se  va trasmitiendo de  generación en  generación, lo  corrige  recordándole  el premio y el castigo, convierte  en formativa las  mismas   pruebas  y  sufrimientos.

En realidad,  favorecer  el  encuentro  de una   persona  con Dios, que es  tarea  del catequista, significa  poner  en el centro y hacer  propia  la relación que  Dios   tiene con  la persona. La  acción educativa de  Dios se fundamenta  en el carácter  histórico de la ersona y de la    comunidad. Ambas  se construyen en el  tiempo y  en el  espacio y  tienen la otencialidad de   un  constante crecimeinto que hay  que  saber  suscitar, animar y acompañar  mediante la acción educativa. La  existencia  de la ersona y la  historia   de un pueblo son una  vocación y una  con-vocación  a ir  siempre adelante, a proyectarse constantemente hacia un más  allá y un siempre más: una pro-vocación.
La  acción educativa de  Dios se  realiza gradualmente, paso a  paso. La    gradualidad  en la ación educativa de Dios  significa, ante   todo, partir  siempre  de  un punto en el cual se encuentra  quién está llamado a ser   sujeto de la educación. No  se   puede, pues  programar la  educación desde  un escritorio o partiendo de  preconceptos y prejucios; se   trata  de  conocer  profunda y objetivamente  la  realidad, la  situación de  cada  persona o comunidad. Para    a partir  de ahí, desarrollar  el proceso educativo.
Al  iniciar   el roceso educativo es importante conocer la  situación en la  que se  encuentra  cada  persona, cada    grupo, cada  comunidad. Definir   con claridad  y  comrensión el punto de  partida es  siempre el primer  paso para poner  en marcha un camino verdaderamente progresivo.

La   segunda  caraterística  de  la  gradualidad consiste individualizar  en cada  circunstancia  cuál es el paso   sucesivo que debe  darse. Se trata  de  tener claro cuál  es la conciencia y situación deseable, sino cuál es el grado de  conciencia y crecimiento posible  en  tales   circusntancias. De  otra   manera se  atropella  a   las personas  y  a los gruos, obligandolos  a  saltar  etapas sucesivas. La  persona    o la comunidad  que  deciden  adelantar  un proceso educativo deben ser   estimulados con una actitud  comprensiva y a la    vez   exigente para  que hagan algo más  de  lo que están haciendo, de tal manera  que se  evite  el  estancamiento o la repeticón y el retroceso.

 El  tercer  momento que  carateriza  la gradualidad del camino es la capacidad  de   proponer un verdadero itinerario educativo que  comprenda un punto de partida, una meta y un conjunto de pasos progresivos que deben seer   realizados por el sujeto de  la educación. Un  modelo d e itinerario educativo lo  encontramos en el relato del Éxodo. Dios, Maestro por excelencia, mediante una acción aciente y llena  de confianza propone   y acompaña un verdadero itinerario al pueblo en camino.  Como  educadores  valdría la pena  releer el libro del Éxodo y el Deuteronomio  desde  esta óptica.

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